En el sur de la provincia de Ávila, donde los pinares acarician la roca granítica y las viñas se extienden en bancales a más de 1.000 metros de altitud, la Garnacha tinta se expresa con una personalidad única: ligera, afrutada y profundamente ligada al paisaje. Esta variedad, de antigua presencia en la zona, está viviendo una segunda juventud, convertida en símbolo de autenticidad y sofisticación rural.
La uva garnacha y las tierras abulenses
La Sierra de Grados ofrece un entorno privilegiado para esta uva:
-
Altitud: Las viñas crecen en altitudes elevadas, lo que permite una maduración lenta, mayor acidez natural y un estilo más fresco y definido.
-
Suelos graníticos y pobres: Filtran la personalidad de la uva y le confieren una mineralidad fina, que da equilibrio y tensión al vino.
-
Clima continental extremo: Los inviernos fríos y los veranos secos, con gran oscilación térmica entre el día y la noche, preservan los aromas primarios y la frescura en boca.
Una garnacha diferente
Los vinos de Garnacha en Ávila se desmarcan de los perfiles más cálidos del sur de España o del volumen alcohólico de otras zonas. Aquí, la uva se convierte en una herramienta de expresión del paisaje: vinos delicados pero profundos, con nervio, y con un carácter que combina lo rural con lo refinado.
Además, muchas viñas en esta región son centenarias, cultivadas en vaso y con rendimientos muy bajos, lo que aumenta la concentración y la autenticidad del vino resultante.

La Garnacha tinta de Ávila es versátil en la mesa: perfecta con platos de caza menor, quesos curados, carnes asadas al horno o incluso con cocina de montaña más ligera, como unas judías del Barco de Ávila o setas silvestres salteadas.
En definitiva, la Garnacha tinta en Ávila ha encontrado su voz más pura y elegante en las alturas graníticas de la Sierra de Gredos. Aquí, esta uva tradicional se transforma en vinos de sorprendente ligereza, frescura y riqueza aromática, dominados por frutas rojas vivas como la frambuesa y la fresa silvestre, flores del campo y un sutil eco mineral del suelo.
Son vinos que no buscan la potencia, sino la precisión, la elegancia y la conexión sincera con el paisaje: con los pinares, las cumbres y el aire limpio de montaña. Representan una nueva visión del vino rural, auténtica pero refinada, ideal para quienes valoran el equilibrio entre origen, carácter y belleza.
Con cada sorbo, la Garnacha de Ávila no solo revela su fruto, sino también su territorio, su altitud, y su alma.